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La dicha de amar, de amar mucho, de amar siempre, una madre agradecida por la labor del Padre Manuel

Vie 17 Mar 2023
Image La dicha de amar, de amar mucho, de amar siempre, una madre agradecida por la labor del Padre Manuel

En el año 2009 mi hija matriculó el taller para adolescentes que ofrece el Centro Fray Bartolomé de las Casas, anexo a la iglesia de San Juan de Letrán en el Vedado, y que con tanto acierto conducen los frailes dominicos. Un tiempo de estudios en el extranjero no me permitió acompañarla. No estuve junto a ella buena parte de ese periodo que, aún hoy, recuerda con inmensa nostalgia. “Letrán -leía entonces en uno de sus correos- es una fiesta para mí”. Y realmente lo era, pero no solo para ella, también para cada adolescente, católico o no, que tenía la posibilidad de vivir la experiencia. Mi hija, en particular, disfrutó las clases de redacción y composición, así como las de realización audiovisual.

 

Más allá del gozo por aprender, y aprender bien, con buenos y dedicados profesores, a los adolescentes les cautivaba la figura de un hombre mayor que acostumbraba a darles la bienvenida. Tenía la sonrisa de un abuelo comprensivo y la mirada limpia de quien limpia tiene el alma. “¡Bienvenida!”; “¡Bienvenido!”; “¡Bienvenidos!”. Era su saludo habitual. Nadie escapaba de aquella acogida, tampoco había un solo adolescente que quisiera escapar de ella. Era un gustazo saludar al padre Manuel Uña y sentirse saludado y querido por él.

 

Aquellos muchachos agradecían la bondad de las palmadas del padre sobre sus hombros, el beso o la caricia motivadora antes de iniciar el encuentro del día. No era necesario que los llamara por su nombre para que cada uno se sintiese importante para el anciano sacerdote, quien pocas veces, para no decir nunca, los recibió con sotana. En cierta ocasión, ya casi finalizando el taller, la mamá de una amiga de mi hija de la secundaria, que también estaba en el taller, se me acercó para agradecerme por haberle hablado de esta iniciativa. Ella era entonces una militar con alto rango oficial. Desde que conoció al padre Uña, tampoco quiso escapar de su saludo. Con él conversó en más de una ocasión en los bancos de Letrán, con él fue ella y se sintió libre, comprendida, amada, y pudo, por medio del padre, conocer la gratuidad amorosa de Dios para con todos.

 

Ya han pasado los años. Mi hija creció, y como ella todos aquellos adolescentes que vivieron el taller. También crecimos los padres que los acompañamos: la militar, la ama de casa, el chofer, el profesor, yo… Hay lecciones que no soportan teorías, solo se acompañan con gestos. Hoy, cuando mi buen amigo Manuel Uña cumple 64 años de haber sido ordenado sacerdote, agradezco a Dios por su vida, en especial el tiempo de ella que pasó entre nosotros, los cubanos. Así como Letrán fue una fiesta para mi hija, muchos aprendieron del sacerdote bueno, cual anciano amoroso, la dicha de amar, de amar mucho, de amar siempre.

 

Yarelis Rico Hernández