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Hoy he vuelto después de 20 años

Mar 11 Nov 2025
Image Hoy he vuelto después de 20 años

Hoy he vuelto después de veinte años al lugar donde todo comenzaba, han pasado más de veinte años del momento aquel, en el que caminando los caminos de los hombres topé de lleno con el dolor y el sufrimiento. Desde entonces siempre he dicho que la miseria y el olvido de lo humano se me hizo visible, patente, real, en aquel año 1996 al inicio de mi camino como formando en la Orden de Predicadores.

Entonces no entendía, o pensaba que la culpa de aquel olvido podía ser encontrada con facilidad en factores externos, en errores humanos, o tal vez había sido solo el olvido de un sueño revolucionario que empezaba a desgastarse ya de tanto usarse, con cada vez menos resultados. Era un año complejo aquel, donde recién salíamos victoriosos, sobrevivientes, escuálidos pero vivos de aquella realidad terrible que se llamó “período especial”; sin embargo, lo encontrado a las faldas del Escambray no tenía nada que ver con eso, aquello venía de antes, de mucho antes, se trataba de un olvido largo, de una desidia convertida en norma y de una indolencia que ya entonces clamaba al cielo. Allí fui feliz, descubrí que Dios tenía un sitio donde morar en templos vivos, allá en Coyují, en Meyer, en Magua, sentí que Dios se tornaba generosidad viva en la vida de aquella gente en San Pedro, en La Paloma, en Condado, experimenté que el amor se abre camino en la pobreza más absoluta de aquellos “pueblos” por llamarle de una forma, que nos recibía con la ilusión marcada en sus ojos y con la esperanza a cuestas, desnutrida y sin fuerzas. 

Allí empecé a entender que no hay bloqueo más terrible que el que impone una idea enemiga de lo humano, descubrí el daño, el inmenso daño que puede causar un “principio” impuesto a toda costa y a costa de los que no teniendo nada, no pueden alimentarse de principios impuestos y estériles. Allí pude ver con mis ojos el horror de un discurso hueco y repetido que te va arrancando las ganas de vivir y de seguir. Allí se hicieron evidentes tantas razones en mi vida.

Han pasado 20 años y he vuelto, he regresado a los orígenes de mi vida y como un milagro se ha hecho otra vez patente, palpable mi “sí” de entonces y los “síes” de mi vida y mi “sí” de ahora. Allí junto a aquellos que siguen abrazados al dolor y al olvido, ahora más terrible que entonces, descubro que el destino de mi vida está unido al destino de este pueblo.

Se me ha hecho claro que el “Sí” más importante de mi vida pasa por decir sí al dolor y al sufrimiento de esta gente. Descubro que “quedarme”; qué palabra tan dura, tan terrible, tan impronunciable en medio de esta isla; es lo que Dios me está pidiendo, me está gritando.

Todo Sí pronunciado por mi vida en esta tierra pasa por la opción de no dejar solo el dolor de mi pueblo.  De no apagar la voz de los que tienen miedo a usarla o de los que ya no pueden usarla. ¿Cómo mantener sonrisas y alegrías como las que vi en el rostro de esta gente? ¿Cómo seguir creyendo que es posible la vida y la esperanza en medio de esta gente que solo sueña con un templo, con una casita para reunirse a orar, cuando no tienen corriente eléctrica ni los mínimos indispensables? ¿Cómo seguir creyendo cuando ya no queda nada a lo que agarrarse? Son preguntas que brotaban en mi camino de regreso y que junto al carro que brincaba en aquel camino que alguna vez fue carretera asfaltada, brincaban en mi pecho junto a la convicción profunda de que Dios, nuestro Dios, cumplirá algún día su palabra y habrá luz y sueños para esta gente y la esperanza se hará presente en este ahora.

Y las lágrimas, todas las lágrimas que ahora hacen surcos en los rostros, están siendo colectadas en las manos de un Dios que no se olvida, y serán transformadas en ofrendas de alabanzas.

Fr. Lester Rafael Zayas Díaz, OP
Desde la Misión de Cuba